Para orientar el proceso de aprendizaje de nuestro alumnado a través del portafolio, la retroalimentación por parte del profesorado es una estrategia privilegiada. Por ello dedicamos este apartado a la retroalimentación o devolución de comentarios al alumnado.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la retroalimentación no es, como a veces se puede malinterpretar, cambiar las notas por un texto que puede ser igual para diferentes estudiantes y que, al fin y al cabo, como las notas, siga estimulando la comparación y la competitividad entre el alumnado.
¿Qué es aprender?
Para aprender, nuestro alumnado necesita reconstruir su conocimiento. A lo largo de toda la vida, vamos construyendo nuestro conocimiento práctico a partir de nuestra experiencia. Este conocimiento es muy útil para desenvolverse en la vida cotidiana pero, a menudo, está cuajado de mitos, lagunas y errores. El conocimiento científico de las disciplinas, que debe nutrir la práctica profesional y que ofrecemos en la universidad, sirve como herramienta para problematizar este conocimiento práctico y convertirlo en un conocimiento comprensivo, significativo, explícito y relevante, que fundamente en el conocimiento científico las decisiones profesionales que nuestro alumnado tenga que tomar.
¿Cómo retroalimentar para el aprendizaje?
El principal propósito de la retroalimentación es ayudarles en este proceso orientándoles para que reflexionen sobre su experiencia previa a través de las vivencias que les ofrecemos en clase y utilizando los contenidos disciplinares como herramientas teóricas en este proceso. Se trata, pues, de que encuentren la relevancia del conocimiento disciplinar porque les permite problematizar sus marcos de referencia, facilitando su avance hacía la construcción de su identidad personal y profesional y proporcionándoles información sobre su proceso de aprendizaje.
Para que esto sea posible, la retroalimentación debe procurar la aceptación del estudiante como persona pero, al mismo tiempo, estimular el cambio. Para ello, por un lado, debe partir de una consideración positiva incondicional de la persona que está aprendiendo, transmitiéndole el mensaje de que es capaz y buena para aprender pero, al mismo tiempo, debe comunicar claramente que puede mejorar las tareas que estamos retroalimentando. Por eso es conveniente empezar las retroalimentaciones destacando las cualidades positivas de la persona y de la tarea, para continuar indicando aquello que puede mejorar, dando orientaciones específicas de cómo hacerlo.
Para conseguir esto, puede ser útil tener en cuenta los siguientes principios a la hora de retroalimentar las tareas de nuestros estudiantes:
a) Equilibrio y coherencia: además del equilibrio entre la aceptación de la persona y la posibilidad de cambio en la tarea, que acabamos de mencionar, es importante también centrarse en el proceso de aprendizaje y no sólo en el resultado, alcanzando también coherencia en este sentido. Para ello, es más efectivo retroalimentar solamente aquellas tareas que sean lo suficientemente complejas y extensas en el tiempo como para que sea posible conocer este proceso o retroalimentar conjuntamente un grupo de tareas relacionadas, en vez de hacer retroalimentaciones a tareas aisladas.
Una herramienta muy valiosa para retroalimentar efectivamente es el cuestionamiento, preguntar se convierte en todo un arte. Podemos utilizar diferentes tipos de preguntas, por ejemplo, preguntas que animen a desarrollar diferentes registros en el diario de aprendizaje del estudiante (¿qué?, ¿por qué?…). O preguntas meta-cognitivas, abiertas, que le cuestionen por su proceso de aprendizaje (¿qué has aprendido haciendo esto?, ¿qué te queda por aprender?). O preguntas más específicas, aludiendo a la relación de conceptos concretos con lo que expresa el estudiante, cuando queremos hacer explícito algún conocimiento inconsciente o redirigir pensamientos deficitarios del aprendizaje.